ALBA MATILDE PÉREZ RIAÑO


Alba Matilde Pérez Riaño. 

Poetiza y escritora de Sogamoso, Boyacá, docente de la Institución Educativa Ávaro Gonzáles Santana de la Salle. 

Licenciada en Filología, Especialista en Didáctica del Español y la Literatura.

Especialista en Proyectos Pedagógicos Agroindustriales.

Miembro de la Asociación de Escritores Boyacenses.

Miembro del grupo Mujer Palabra y Poesía de la ciudad de Tunja.   


INSTANTE

 Cruzo la calle principal

camino a casa,

el instante aparece,

en la vitrina intangible

donde otra igual a mí

me atrapa en su mirada,

la pupila tropieza con

“El poder del amor” de Osho

y pienso si el amor

se oculta en la tristeza

de los sueños de muchos soñadores

con un mínimo espacio

para posar allí

la piel cansada.

Observo a Bachelard

con “El Derecho de Soñar”

y no sé si mi sueño

tiene derecho alguno;

encuentro ahora

a Carlos Castaneda

Y “El arte de ensoñar”.

Los sueños me persiguen.

Regreso nuevamente a Bachelard

“La Intuición del Instante” y

reconozco que el poeta fluye,

no transita.

De pronto “Los Nenúfares” de Monet

son hadas danzarinas

en el salón cristalino del agua,

en la entraña del lago

las algas acarician con su canto

la raíz del nenúfar

que continúa la danza.

El infinito instante me abandona

vuelvo a la vida cotidiana

y frente a la vitrina de los sueños

 retomo mi camino,

sueño…, quiero creer

que alguien me espera en casa.

 

VIAJE AL FONDO DE TI

Presiento el ángelus

en tu mirada

y un río de amapolas

que me abraza

me convierte en aroma

en luz de luna clara,

recupero la paz y la confianza

todo se torna azul

como el Dios Padre

me vuelvo traductora de las aves

e intercambio palabras con el agua,

amo la luz y la tiniebla

nada por gris me apaga

soy guerrera invencible

puedo tocar el alma de las almas.

Si encuentro el ángelus

en tu mirada.

 

POR FAVOR, QUÉDATE.

Yo nunca te busqué

tú me encontraste

me persigues

sin importar el frío,

la soledad o la tristeza.

Me persigues

caminas junto a mí

conoces mis más íntimos secretos

repiqueteas en mi oído

como campanilla de reloj

en el corazón de la noche,

 al alba me despiertas

pintas de fiesta mi tristeza;

te ignoro tantas veces

escapo de ti

me buscas

te metes en mi piel

en mi conciencia,

galopas en mi sangre

me obligas a plasmarte,

eres más que mi sombra

resucitas mi muerte.

Ahora que está aquí

nunca me dejes

¡dulce y ensoñadora inspiración!


Escritor: Alna matilde Pérez Riaño.


REENCUENTRO 

Trepo a hurtadillas

la celosía de tu ventana

enredadera invisible, silenciosa

para espiar tu oscuridad.

Quiero saber la ausencia

de los credos mohosos

legado ancestral

bajo el ciego engaño

de contratos furtivos.

Veo tu piel lustrosa

por el brillo de Antares

velo tus sueños

creo que caminas en ellos

por el vértice de la luz

de tu conciencia,

huérfana de crucifijos

y dioses mentirosos.

Indago la verdad

talismán refundido

en el fractal perfecto

de una gota de rocío,

en el imperceptible

destello del alba.

No todos los abriles

son floridos,

el desierto

no siempre fue desierto

entiendo su sed

su poder, su grandeza.

Creer que son tuyas

las lecciones ajenas

te obligan a perder

tu propia esencia.

En mi acuciosa búsqueda

encuentro un enemigo,

me reta, me distrae,

en las mañanas    

se para frente a mí

su casa es el espejo

a veces me sonríe

me mira con cariño

conoce mis ausencias

el tamaño de mi oscuridad.

Yo le amo ¿cómo no hacerlo?

me sumerjo en sus ojos

viajo a través de ellos

 me encuentro, me reencuentro.

Sabio ritual para desprenderme

de la celosía de tu ventana.

 Autora: Zamar CamÖes Flórez (Seudónimo)


DE REGRESO A LA INFANCIA


Cuando se tiene cierta edad se empieza a caminar por los senderos de la memoria y se sacan a la luz aquellos sucesos que dejaron huellas imperecederas en nuestro adentro.

Recuerdo cuando en noches decembrinas, sentados haciendo rueda alrededor de la luminaria, la voz dulce de mi abuelo quien dominaba a la perfección el contar fantásticas historias decía: “Hoy nadie puede aceptar al sueño como visitante, porque jamás escuchará el final de tan hermosa historia” y con voz cálida y ceremoniosa comenzaba a deleitarnos con otro más de sus cuentos:

Alguna vez en un lugar donde la magia rondaba en cada rincón, el olor de las flores acariciaba sutilmente cada olfato y el viento susurraba melodías armoniosas al oído de todo ser viviente, sucedió que una mañana de enero, por cierto, salió un cazador cuyo pasatiempo era traer animales exóticos para aumentar las ínfulas de gran señor; aquel hombre subió los páramos más altos, luego llegó a una montaña escarpada donde aprovechó la ausencia de las aves adultas y raptó un hermoso Aguilucho Real de su nido. El cazador marchó feliz a casa y alimentó a su trofeo con pequeños lepóridos como conejos y liebres. Al principio el aguilucho se sentía muy cómodo, no le faltaba alimento ni cuidados, su menú diario cambiaba continuamente, en especial los fines de semana y días festivos cuando su dueño traía esciúridos que eran cazados en un hermoso bosque situado hacia el norte de su casa.

El aguilucho crecía con rapidez, por lo cual su dueño se enorgullecía y sentía más poderoso exhibiendo a sus amigos el hermoso ejemplar encerrado en la jaula; pero había algo que él notaba con frecuencia: el pequeño aguilucho que resultó ser una hermosa águila de plumaje gris brillante, se acurrucaba en un rincón de la jaula, agachaba la cabeza y cerraba sus ojos entristecida, el hombre un tanto inquieto se acercaba y le preguntaba: -Señora Águila ¿Por qué esa actitud? ella decía: -En este hogar me siento muy feliz, pero quiero probar el sabor de la libertad, quiero volar, he observado el cielo azul que me invita a ir allí. Ella tenía razón habían pasado setenta y siete días y era necesario hacer sus primeras prácticas de vuelo.

El cazador le rogaba que cambiara de actitud y le mandó elaborar una jaula más grande para que extendiera sus alas y así parecería que volaba.

Al paso de los días la hermosa ave iba ganando peso y tristeza, se retiraba al rincón de la jaula y aunque su dueño le llevaba apetitosas ardillas y marmotas ella seguía yendo hacia el rincón a rumiar su tristeza; algunas veces estaba inapetente, el cazador para atender su salud traía al veterinario quien después de examinarla decía a su dueño: “Esta hermosura está enferma es del alma” y para tratar de hacerla feliz el cazador le mando fabricar una jaula de mayor tamaño con barrotes brillantes y le decía: -Señora águila aprecie este regalo, mire los barrotes son brillantes como espejos, allí puede mirarse su bello y gris plumaje, cerrar sus ojos, extender sus alas y soñar que vuela. A lo que ella respondía: -Agradezco señor sus atenciones, pero le ruego humildemente que por favor me deje ir, quiero aspirar el aire, extender mis alas, remontar el vuelo, surcar el espacio y ser feliz como otros de mi especie, no soy capaz de vivir en este bello encierro.

El hombre pensativo brillaba a diario los barrotes de la jaula para que el águila viera su belleza en ellos, pero ni aun así ella estaba feliz y cada vez que podía le rogaba de muchas formas –Señor déjeme ir solo quiero experimentar, si no me acostumbro a ese lugar, le prometo mi regreso.
El cazador como siempre le decía: -Pero señora águila le proporciono las mejores viandas, su jaula es como de oro, solamente usted tiene que cerrar los ojos, extender las alas e imaginar que vuela, así sentirá que lo está haciendo de verdad.

Fueron pasando los días y junto a éstos otros y otros días y el águila se cansó de rogarle de una y mil formas al hombre que la dejara ir, y éste nunca desistió de repetirle lo mismo: -Señora águila, cierre los ojos, extienda las alas e imagine que vuela. Pero ella como siempre se aislaba al rincón de la jaula, su cabeza acachada y pensativa.

Y una inesperada y hermosa mañana bajo un cielo azul intenso, la señora águila estaba como siempre en el rincón de la jaula con su cabeza agachada y sus ojos cerrados, esta vez para siempre porque ella decidió morir antes que seguir en el engaño de “cerrar los ojos extender las alas e imaginar que volaba en esa hermosa prisión”.

La voz de mi abuelo aún resuena en mi mente cuando decía: “Así hay muchos seres que mueren de pena porque aún en medio de tanta comodidad y cosas hermosas, nunca pudieron vivir en libertad”.


Escritora: Alba Matilde Pérez Riaño.



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