GERMÁN PEÑUELA RODRÍGUEZ



Germán Peñuela Rodríguez.

Nacido el 30 de mayo del año 1959 en la ciudad de Tunja (Boyacá). Licenciado en ciencias sociales de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia con estudios superiores en Filosofía, docencia del español como lengua propia y literatura. Estudios de producción cinematográfica Uniminuto convenio Sed.Bogotá 2004.

Docente en la ciudad de Bogotá. Ha publicado los siguientes libros:Llano adentro del mito a la tradición oral trabajo de investigación. Año 1997. British Petroleum. De encantos y desencantos. Edit. Innovando ediciones , Bogotá junio 20173. Mujeres y mariposas. Búhos editores Ltda. Tunja. Febrero 2018 y lanzado en la Filbo 2018 Bogotá. Trazos al óleo.

ELLA

Tiene quince primaveras, un esposo y una cadenita de oro anudada al blanco vientre, ella no es feliz con Giovanni Sforza el señor de Pésaro, sometida al brusco macho, que la domina, la golpea, pero, no la puede poseer porque es impotente, es una sombra que la acecha como un fantasma ebrio salido de un relato de horror. De noche nunca ha sido la doncella griega, cada vez que el bestial duque arropado con el atuendo de Quirón ebrio intenta poseerla, es como si estuviese frente a una bestia salida del mar, como si estuviese frente al impetuoso león de Nemea que sucumbió bajo el fuerte abrazo de Heracles, son solo devaneos, pues el altivo miembro al final no le obedece. En una noche donde su cuerpo arde como la arena del desierto en la humedad calcinante, la doncella solloza en el solitario lecho, porque ha perdido la memoria, no hay esperanza para amar, añora las bestias del bosque en el ritual apareatorio, la sangre incendia los ojos, el cuerpo se petrifica. Lucrecia Borgia la hija del omnipotente papa Alejandro VI, ha perdido el resplandor de su rostro, consumida en deseos malogrados, depositados en menhires gloriosos, se sumerge en la nada, le quedan algunos signos de vida en las centelleantes caderas, en las caderas vivas fragmentadas en inciertos paisajes. Llega la noche para prender el fuego con la esperanza de avivar la sangre de los muertos, ella es la vida, la futura mujer en que se convertirá: viciosa, cruel, despiadada maestra en el arte del envenenamiento, aún tiene todavía los círculos de la esperanza en su rostro, la esperanza es una flor rebelde, con el sueño de florecer en cada estación.

TIZIANO 2

Encerrada en una habitación por Acrisio el supersticioso rey, de la celestial comarca de Argos, Dánae la doncella, de lechosa piel, duerme y sueña con el deseo. El desnudo cuerpo de curvas simétricas entra en un espasmo, cuando la lluvia dorada rocía el cuerpo, a pesar de la nana que, con hambrienta codicia, quiere atesorar para sí el exquisito botín olímpico. Ha sido fecundada por Zeus y en sus entrañas bañadas, por el oro orgásmico, lleva a su hijo Perseo, el futuro homicida de Medusa. Tiziano se deleita con la historia, la sabe de memoria, y con finos y exóticos pigmentos recrea el asombroso lienzo, brillante y soberbio para dar paso, a la indescriptible imaginación en constante peregrinaje, metamorfoseada en una gaviota, que se posa plácidamente en el mástil de un viejo pentecóntero griego, y da testimonio del viejo pintor, cultor de la impetuosa figura, que esconde la languidez y postración de una Venecia, amenazada por la plaga infernal de la peste negra.

EL TRIUNFO DE LA MUERTE

Camina por el mundo de los muertos, con el ojo abierto como una cámara, que registra paso a paso, la más mínima trayectoria de la parca, como un vagabundo sin dirección, estático aquí y allá bebe el sabor amargo sorbo a sorbo del mágico tiempo ido. La sangre del sueño y los restos óseos, es el dolor cotidiano de Brueghel el viejo, tras la búsqueda de los pasos perdidos. En los océanos de agua turbia que ahogaron el misterio de la juventud, siente con sed insaciable el sabor que deja el universo muerto; hay interminables pasajes de la muerte, idos para siempre; pasajes dispersos en blanco y negro, los busca afanosamente, en la historia de los demás, para pintarlos en el lienzo sombrío, matizado por hordas interminables de esqueletos, como un cuadro que aterroriza al más valiente de los hombres.

ANDRÉI RUBLIOV

A paso tímido con el sufrimiento oculto, transita por las calles gélidas de Moscú, el maestro de la iconografía religiosa, camina cabizbajo con la mirada del penitente más abajo de los hombros, y un profundo temor de haber ofendido a Dios. Ha pintado la Santísima Trinidad, la de las tres caras en el misterioso ícono, todas con un solo rostro en comunión devota, entre el color y la forma. El reluciente ícono cómplice del pintor, lo acoge cálidamente como una mujer de brazos maternales, en una vida ascética que asemeja la sombra de un santo moribundo, en tránsito sin rumbo y eterno voto de silencio, frente a la interminable espera del mortal abrazo de la peste.

Del libro en proceso. Madonna della Rovere – Relatos del Renacimiento y el Barroco.


CATÁRSIS

Trataba con notable esfuerzo de no pensar en nada, ni en nadie, a veces lo conseguía; luego inevitablemente volvían los demonios, cada vez más delirantes, terroríficos y malvados, le dolía la cabeza al no lograr vencerlos y exorcizarlos, utilizaba la droga para dominarlos totalmente. Esa mañana confeccionó con delicadeza y decoro, un grueso cigarro de marihuana al cual le mezcló dos pastillas molidas de Diazepán, se levantó del camastro, el cuál emitió un chillido lastimero, para buscar el encendedor dorado, que en alguna visita le había hurtado a su padre; encendió el poderoso cigarro y aspiró una larga y tonificante bocanada, hasta conducirla a la región central del cerebro, la magia lo invadió y se plantó frente al espejo, estaba transfigurado por el viaje placentero, no se sentía atado a ningún molesto cordón umbilical.

Sintió transformarse el cuerpo en una poderosa ave, poblada de tibias plumas blancas; movió los brazos y el techo se abrió instantáneamente, ágilmente se elevó al espacio infinito invadiéndolo la paz inconmensurable, libre de toda angustia; planeó sobre los edificios y autopistas de la gran urbe, no pensaba en el futuro y en la mente solo viajaban las imágenes de una ciudad en caos. Descendió suavemente en un parque y subió por una escalinata de mármol, hasta desembocar en la plaza principal de Bogourbanikón. La plaza decorada solemnemente por una estatua herrumbrosa de algún héroe que nunca expuso la piel en un combate, bullía a esa hora de vendedores ambulantes, gitanas golosas de leer las cartas, vendedores de abalorios, paseantes, turistas, titiriteros y demás personajes. Soltó una sonora carcajada, al entender que era un mundo dentro de otro mundo; esperó abigarrado y cerró las alas alrededor del emplumado cuerpo. El tiempo transcurrió lentamente y no se movía, escuchaba el latir acelerado del corazón a velocidades astronómicas; suspiró, pero no quería irse, sin embargo, vio la necesidad de moverse, tensó el cuerpo, batió las alas y se elevó de nuevo en el espacio, para dirigirse a su cálido nido. Cuando llegó, abrió los enrojecidos ojos y despertó del estado catártico, sintió frustración y vergüenza, era como si todo el universo tuviera la mirada posada sobre él, para hacerlo parecer el más infeliz de los mortales.

Golpearon la puerta metálica de la morada, era Katherine que volvía de comprar las provisiones, la abrió de par en par, la miró con un gesto de ternura y devoción, portadora de veintisiete otoños; la conoció en la calle donde el amor transcurre excarcelado; ella le devolvió la mirada con cierto aire de reproche, sin notar la transformación en la gigantesca ave blanca y la ascensión al cielo infinito, deseó en su interior que las poderosas alas la arroparan en un abrazo cálido, donde ambos perdieran definitivamente la memoria necesaria y los labios rojos le estamparan un interminable beso, para desvanecerse en el gozo eterno, como dos irrefrenables bichos gozando del acto amatorio, al permanecer vivos y sonriendo pletóricamente, pero nada de esto ocurrió; la observó entrar otra vez con el gesto de desaprobación, nunca supo responderle a la tempestad de los pensamientos, al canto de la sumisión. Siempre la vería arrastrándose por los oscuros túneles, en días extremos sin un posible argumento, mientras los ojos danzan al son de las voces del silencio.

SHEREZADA

Carolina sintió la mirada inquisidora del director de la orquesta sinfónica nacional; los minutos pasaron a una velocidad increíble, cuando la encantadora melodía irrumpió en el recinto. Sherezada: la suite sinfónica opus 35 del compositor ruso Nikolái Rimski Kórsakov, basada en el libro de autor anónimo Las mil y una noches; con una mezcla de ritmos musicales rusos y ritmos orientales, se apoderó de las mentes de los asistentes a la función de gala en el teatro Colón. El animoso director que recordaba lejanamente a Leopold Stokovski, blandió la batuta hecha de una fina madera y arrancada violentamente a un heroico abedul, posó de nuevo la mirada inquisitiva sobre la joven y talentosa violinista quien temblorosamente ejecutaba el instrumento y lo observaba de reojo.

Hoy los nervios la invadieron, aunque no era la primera vez que esgrimía la poderosa arma musical, capaz de deshacer en un santiamén las ruinas de Jericó. Sometida a la tarea de ejecutar el solo final, destacado en esta pieza melódica, sintió la realidad que la abordaba bruscamente, contraria a las películas realizadas en un espectáculo cinematográfico. La música cristalina transcurrió lentamente durante cuarenta y cinco minutos, como si la mano del creador hubiese detenido el tiempo; en el minuto cuarenta y seis el director la miró fijamente, frunció el ceño y la señaló con la delirante batuta, entonces el sonido virtuoso del violín ejecutado por Euterpe, la musa de la música en la antigua Grecia, invadió la sala del teatro, con su propio caudal de sensaciones placenteras; el sonido fluyó por completo y la virtuosa violinista cerró los ojos concentrada en la magia del instrumento y poco a poco la paz inmensa, la transportó a aquellos parajes descritos en las Mil y una noches, quizás el sultán Shahriar, un día de estos extasiado por los sones fascinantes del violín, despierte de nuevo y la deje retornar a la orquesta sinfónica.

COTIDIANA CIUDAD

Dos de la tarde:

Subo al enorme gusano rojo, el cual me deposita en sus entrañas. Cuento con la diosa Fortuna y veo desocupado un lugar pegado a la ventana. La mirada inquisitiva de un personaje inmerso en este odioso ritual cotidiano, se doblega y ocupo triunfante ese lugar. La ciudad melancólica me envuelve, su hálito misterioso se pega a mi ropa, mientras mi rostro se recarga a la ventanilla; observo durante el recorrido la corte de los milagros, y en la estación de la 19 con Caracas tengo la terrible visión de un ser callejero, que acaricia una flauta de caña con dedos largos y morenos en los cuales la nicotina resplandece; he allí un ser que trafica con la piel, esperando llenar las carencias de un vientre, ataviado con el traje de la miseria exótica impuesto por el poderoso, cotidianidad de colillas inconclusa que agota ávidamente los sorbos de pegante, mientras las tejas ajadas y negruzcas caen del cielo raso. Ahora hay un plomizo hedor en el ambiente, los filántropos se cansaron con mechas y linternas de glorificar la miseria exótica, duerme entonces atormentado ser, mientras te ofreces como una baratija, despertando miedo e inspirando piedad; duerme marginado ser para dar paso a mis interminables pasos, que me ahogan la cotidianidad del fuego y la tormenta en la selva fría de cemento.

(Del libro inédito Bogourbanikón – relatos de la ciudad).

 
ROMANCE DEL TEMPLARIO

La única vez que te amé
la tierra se hundió a mi paso.
Fue una noche
matizada con los cantos
de las cigarras
y los ojos redondos
de los incrédulos búhos,
en medio de la nada.

El espacio se pobló
de vistosas mariposas,
en medio del viento misterioso,
que se acerca y huye
como la boca
próxima al beso.
Lo recuerdo como
si hubiera sido ayer,
en esa efímera ocasión
olías a mar,
a paz y sosiego.

Y te digo que a mí
volvió la vida
que expiró
en los arduos combates
por la conquista
de San Juan De Acre.


Del libro Encantos y desencantos 2017



ALFONSINA STORNI

Camina lentamente a cumplir la cita con el destino. La febril poeta con mirada adusta, piensa en el tormento como una paranoica mujer perseguida por las interminables alucinaciones.

Está muy segura del paso definitivo, en el pecho siente un reloj que emite un sonido pausado. Nada la ata a este mundo, ni siquiera el recuerdo de su hijo. Decide tomar el camino del suicidio para confrontar a la vida misma. Siempre es y será a los ojos de otros la escritora rebelde que canta constantemente a la libertad artística; y defiende como una mujer y con celo la individualidad y la igualdad de sexo, para censurar duramente la sociedad superflua, ávida de lo banal y amante del escándalo.

El mundo abstracto y reflexivo de la antigua maestra cargado de profundo erotismo y sensibilidad esta por desaparecer en las profundidades del mar de la Plata, a la una de la madrugada de un martes frío. En el último tramo de la épica caminata que la condujo al abismo marino derrama unas lágrimas amargas. Con el agua en la cintura observa los mágicos colores y las fantásticas colonias de estrellas que adornan el cielo, finalmente se hunde para siempre, y los peces de colores la acogen en una cama de algas con una música de piano en tono fúnebre, que recuerda los poemas de su hermoso libro: Inquietud en el rosal.

Del libro Mujeres y mariposas año 2018


JANIS JOPLIN

El escenario huele a flores, a paz y amor. Los hijos de la generación encantada, herederos del amor libre, como diría Proust “Una mujer es el tránsito hacia otra mujer” llenan el Music Hal. El público está inquieto esperando a Janis, la de la voz más potente que los mismos truenos de Júpiter tonante.

La hermosa Janis, ataviada con un traje de lienzo decorado con jazmines y adornada de crisantemos rematados en una bella corona que adorna la cabeza, sube al escenario acompañada de la banda Kosmic Blues Band. Tras un breve ejercicio de calentamiento instrumental, la banda cósmica apresura el ritmo y la canción Maybe emerge de la garganta, como un grito lastimero que recorre el escenario, busca al público y regresa a su origen, para hipnotizar a la audiencia que yace extasiada en espera del príncipe que despierte a la bella durmiente con un sonoro beso y rompa tan magnífico hechizo.

Hasta el día de hoy hay una pregunta que me hago en los ratos de ocio, después de separarme de la vieja máquina de escribir: ¿Que sentimientos encontrados produjo la melancólica voz de Janis, en la multitud de hombres que como yo la amaron? La verdad no me he preocupado en buscar las respuestas, solo limpio los gastados discos de vinilo y disfruto de las sensaciones que me produce escuchar la perturbadora voz, en mi viejo y achacado tocadiscos, como un ritual interminable de un concierto preciosista.


Del libro mujeres y mariposas. 2018



EL GRITO


¿Qué he dejado
plasmado en el lienzo?
Si algo quise pintar fue,
mi compañera angustia.

Basta entrar
en mi secreta mente,
para proclamar
voz en coro,
que la vida pesa
y los recuerdos de mi locura,
me embisten repetidamente
en una gama,
constante de alucinaciones.


A diario oigo el grito,
que me arranca el pecho,
cual apocalipsis desencadenado
y miles de estelas de fuego,
lanzadas por una energía invisible
queman la madre tierra.

Cada estela de fuego
es la historia
de la insoportable criatura,
llamada hombre
en constante,
prisión de la memoria.

Odio , guerra , e injusticia
Edvard Munch
completamente solo,
así lo siente
como la estatua,
que se agita en la vía
diaria del desespero,
por no poder caminar,
ni un solo paso.

El grito , el grito
con el rostro transfigurado
existe en medio,
del campeador mundo,
es la verdad de un pincel
que se rehace a diario.


Del libro Trazos al óleo

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