NANCY FABIOLA PÉREZ LUCERO
Nancy Fabiola Pérez Lucero.
Nacida en Tunja- Boyacá el 22 de septiembre de 1986.
Bachiller Pedagógico de la Escuela Normal Superior Leonor Álvarez Pinzón . Tunja. Normalista Superior de la Escuela Normal Superior Santiago de Tunja. Tunja
Licenciada en Educación Básica con énfasis en Matemáticas, Humanidades y Lengua Castellana de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Tunja.
Docente en ejercicio vinculada con la Secretaria de Educación de Boyacá en la Institución Educativa José Antonio Galán, en el municipio de Puerto Boyacá.
Ganadora de Primer puesto Departamental de Cuento "La Pera de Oro" en su séptima versión con el escrito: "La Perla".
“ENTRE BIGOTES”
¿Sabes qué es ver el hedor y oler la inmundicia en su esplendor, envuelta en el estuche de un ser humano? Suena inusitado ¿verdad?
Pirata, atropellada vilmente en una
carretera; sus patitas delanteras fueron fracturadas y abandonada a su suerte
en medio de la autopista. Magdalena,
fue lanzada viva en las álgidas aguas del río Magdalena, dentro de una quilma
sin poder defenderse. Chocolate, siempre
infestado de parásitos en su piel, muere a causa de la infección y el maltrato.
Van Gogh, rescatado de las peleas clandestinas a punto de perecer debido a sus heridas; esclavizado por el "espectáculo". Capuchino, vilmente golpeado por patadas hasta dejarlo moribundo, múltiples fracturas y daños neuromotores. Barbas, rescatado, herido por un machete. Lo usaban para "recrearse" lanzándolo en pendientes dentro de neumáticos. Y son muchos más, interminable la lista de las víctimas de la miseria humana.
¿Qué mal hicieron? su pecado: haber nacido en un mundo “desadaptado” de algunos seres que desprestigian la raza humana. ¡Sangran mis ojos, agoniza mi espíritu! Alzo la voz por quienes no pueden hablar; inestimable son sus vidas, al igual que la nuestra, son compañía divina de la creación. Al tribunal de los cielos, llegue este clamor, para que a través de la lluvia, el cantar de las aves y el fresco rocío de las rosas, la sabiduría toque el corazón de aquel que lastima sin ninguna compasión. Los mencionados, excepto Chocolate lo lograron; viven en el amor de haber sido rescatados. Pero… ¿Qué hay de los que no lo logran?, de aquellos que aún lloran amargamente la inocuidad y mueren en infinita tristeza y dolor.
Esta
reflexión “entre bigotes”, ojalá remarque el nombre de estos seres en el
músculo palpitante que te obliga a vivir, y cuando camines por ahí y te
sorprenda uno en la calle, míralo a los ojos y se ericen tus vellos de amor,
fidelidad y lealtad, pues indudablemente darían su vida por ti. ¡No al maltrato
animal! Únete a la campaña: "amar y
respetar la vida, de los animales, de tu semejante, de una planta, de ti".
Que seas digno de llamarte ser humano. ¡No más humanovirus!
Actos como estos, hacen que los sentidos pierdan la esencia por la cual fueron creados y se siga haciendo parte de un dolor indescriptible y reprochable. Infinitamente reprochable; en palabras de Anatole France: “Hasta que no hayas amado un animal, una parte de tu alma permanecerá dormida”. No puedes partir de este mundo sin haber vivido pletóricamente impoluta experiencia. Eterno agradecimiento a quienes día a día auxilian y se dedican a proteger a estos seres y a la vida, y si en casa habita un par de bigotes: ámalo, respétalo y valóralo, pues su vida es muy corta y el vacío que deja, cuando se ha tenido, es muy hondo.
(Reflexión
basada en hechos reales).
BRISA PORTEÑA
los vengo a saludar, exaltando la magnitud de una tierra especial,
pues de la sublime Boyacá, aunque en el listado está,
tristemente en ocasiones, los entes suelen ignorar.
En el occidente del departamento, a 8 horas de la capital,
se encuentra ubicada, las riberas del Mohán,
eso cuentan los pescadores, entre mitos y leyendas,
que el personaje por acá se amaña, al vaivén del esparavel,
que engalanan hermosos atardeceres, pinceladas en el firmamento.
Terruño de gente pujante y de pluriculturalidad,
donde Santandereanos, chocoanos, caldenses,
también cundinamarqueses,
tolimenses, antioqueños y boyacenses,
han conformado con el tiempo, la esencia de su gente.
Si del frío, un día de estos, ustedes se llegan a abrumar
¿piensan y piensan a dónde viajar?
No olviden que su departamento, tiene a Puerto Boyacá,
con 38 grados, y su gran biodiversidad,
la han hecho atractiva al turismo, y ni hablar del paladar.
El río Magdalena, gran contemplación da,
cuando en la subienda, el mejor pescado emana
y las sartas rebosantes, evocan la bendición
del Señor en Galilea, avalando con certeza
que habrá tremendo sancocho
exquisito bagre en salsa, es un lujo que hay que dar,
y probarán la cachama, el nicuro y el blanquillo
acompañado de unos plátanos con suero… ¡Ay! se me sale el ombligo.
Invitados quedan todos, a esta tierra visitar,
la Ciénaga de Palagua, en lancha un paseo dar,
así las esbeltas garzas, puedes divisar
y los monos aulladores tu corazón enamorar;
y ni hablar de la Serranía de las Quinchas, gran reserva natural,
exuberantes cascadas, cuevas, fauna y flora especial,
que, en la Cristalina, también se pueden divisar
y llenar de inolvidables recuerdos, el presumido celular.
Puerto Boyacá, oro negro no suele solo dar,
le aporta a nuestra tierra, un clima sin par
y ejemplo de resiliencia ha sabido dar,
es punto estratégico de geografía, cultura y hermandad
que de las cenizas se ha sabido levantar
y el monumento a la reconciliación, en su encantador parque encontrarás.
Por ello hoy es llamada: “Tierra de bendiciones",
la alegría y orgullo de su gente, se entona en su solemne himno y canciones.
Entre el matiz del ramillete: Tundama, Neira y Valderrama,
Centro, Sugamuxi y Cubará,
Gutiérrez, Ricaurte, Márquez, Lengupá,
Norte, Occidente y la Libertad
todas las provincias que conforman a Boyacá,
pero de la ristra una flor, única la hace ser,
la han llamado: " La Provincia Especial" y esa es Puerto Boyacá.
También fue conocido como territorio Vásquez,
en honor a Cayetano Vásquez, ilustre prócer de la libertad,
junto a sus corregimientos y productivas veredas,
la convierten en el paraje perfecto, antes de arribar al mar,
pues por la troncal del Caribe, se la van a topar.
Después del gran diluvio, el Señor dijo: - Serás un paraíso en la tierra
que el Magdalena ha de acariciar. ¡Y así ha sido!
La bruma tenebrosa, no ha podido opacar,
el talento de su gente, a nivel internacional,
Guarín y Elaine a Puerto han hecho denominar
en las más famosas canchas y pasarelas de París y Milán.
Bienvenidos por acá son todos, sin distinción alguna,
a disfrutar de las brisas porteñas, que Boyacá también otorga,
pues no solo álgidas corrientes de aire, arropan al departamento,
cuenta con un pletórico Puerto que mucha sed, suele dar,
supieras lo gozoso que es refrescarse en Puerto Boyacá.
“El que llega a Puerto, se suele enamorar”.
¡Vaya impepinable dicho! Evidencia puedo dar,
pues un día en sus riveras, dos Tunjanos se enamoraron
y una hermosa familia ha creado, no solo de amores hablo,
su paisaje es cautivador y la calidad de vida es aún mejor.
(Cuento Ganador de la "Pera de Oro"" 2022)
En el infinito universo existiría una galaxia muy
especial, cuya estructura en espiral
conformada por millones de estrellas, material interestelar como polvo y gas
recrearían un movimiento atractivo, que incitaría a entrar al misterioso
agujero que se formaría en su centro, para descubrir un sistema de ensueño que
sostendría el suave danzar de ocho esféricos cuerpos rocosos, con colores esplendidos
y en medio de éstos se plasmaría una imponente estrella llamada Helios, testigo
de todo lo creado, cuyas llamaradas dirigirían la coreografía de dichos cuerpos; como el maestro orientando
la danza con precisión evitando su colisión. Inmerso en la materia oscura y la
luminosidad de Helios, se encontraría Gea, un planeta destacado por la amalgama
del azul oceánico y el verde continental que lo convertirían en la gema
espacial, cuyo brillo atmosférico la privilegiaría con grandes tesoros: vida, encanto
y riquezas.
En su interior vivirían unos seres con miles de años de
evolución, con coeficiente intelectual capaz de crear lo inimaginable y por
esta razón se distinguirían y diferenciarían de las demás especies vivientes; se
llamarían humanos, y estarían organizados por territorios denominados países,
cada uno con sus propias costumbres, paisajes, ideologías e idioma. En un lugar
de Gea, donde el génesis del amanecer se combina con el día, se hallaría un
país con avances científicos y tecnológicos, realmente una potencia, llamado
Nachí, acentuado por su cultura, y en la confluencia de los ríos Yangtsé y Han una
pequeña ciudad se descubriría, su nombre sería Hanwú.
A lo
lejos de esta civilización y en la desembocadura de los ríos, un burgo oculto
estaría, con calles empolvadas, que marcarían las huellas descalzas de los
niños que correrían felices hacia sus casas de madera y otras de cemento,
después de recrear sus aventuras entre juegos, labranza y pesca; la noticia en
una carta se presentaría, rompiendo abruptamente la tranquilidad de Lucero ese
día; sentimientos de alegría, nostalgia
y sorpresa se combinarían generando la ilusión de lo que alguna vez, fue un
sueño plasmado en su corazón, ahora se haría realidad; una semana bastaría para
dejarlo ir o tomarlo todo, e iniciar una nueva vida.
Sería
en el amanecer del mes de abril, la incertidumbre, timidez y ansiedad
estremecerían sus pensamientos, los latidos de su corazón acelerados se
manifestarían en el sudor de las manos y el ritmo ligero de su andar la
dirigían a un lugar definitivo, cuya estructura almendrada ubicada a pocos
metros de sus pies, con tres niveles, aire de castillo y un jardín engalanado
con exótica vegetación, prometía ser su alcázar de ahí en adelante en Hanwú.
Con un
profundo suspiro, ingresaría al lugar y a pocos pasos una amplia sonrisa y
saludo de bienvenida rompería el iceberg que en ese momento llevaría al
sentirse como el forastero cuando arriba a un nuevo territorio. Helios se
manifestaría con su resplandor, que se reflejaría en aquel lugar, amenizando el
momento donde Lucero y Moralito se conocerían bajo la sombra de un fantástico
árbol, y con un fuerte estrechón de manos sellarían la relación que, por meses,
días, años se fortalecería con el compañerismo y la amistad. Moralito, se
llamaría así por sus allegados amigos, un ser de robusta contextura corporal, quien
reflejaría la experiencia, epistemología, carisma, alegría, elegancia, sensatez,
que como compañero y líder de la ciudad lo haría reconocido, y quien, en la
adversidad, sabría alentar con la palabra adecuada y admiraría las virtudes que
cualquier ser humano pudiera tener, ¡sería único!
Serían
muchos años de divertidos momentos compartidos entre ellos, tanto laborales
como personales, que permitirían forjar las vigas de un excelente grupo de
trabajo. A pesar de los otoñales años de vida de Moralito, él se ajustaría a la
vanguardia de la modernidad y al involucrarse con su experiencia, daría el
mejor de los resultados destacándose cada día más. Sin embargo, un inesperado
hecho acontecería en aquellos cimientos de amistad: el árbol donde se habrían
conocido se empezaría a saturar de mancillas turbias, que poco a poco invadirían
el amplio y verde follaje que lo caracterizaría.
Pasaría
un año, el crepúsculo de un fin de semana de marzo anunciaría la noticia que
confundiría a la humanidad, un suceso inimaginable se presenciaría y sometería
a todas las naciones del Gea a resguardarse; la letal amenaza prometería acabar
la añoranza de vivir, los sueños de miles de personas en esos momentos se
arrasarían y la situación que parecía solo afectar a esta ciudad del oriente,
se expandiría velozmente sin distinguir raza, género, religión o estrato
social. Moralito angustiado se protegería, igual que Lucero, ya que su edad y
preexistencias de salud lo harían más vulnerable y con juicio continuaría recalcando
su labor; se sentiría apoyado, y con Lucero enfrentarían esos meses tan
inciertos, anhelando el pronto retorno a la normalidad. A diario se comunicarían
de manera virtual y seguirían compartiendo diferentes experiencias, anhelos y
planes, que con certeza declararían llevarlos a cabo; así trascurriría el
primer año de la gran prueba, el olor a hierbabuena de un buen reencuentro,
auguraría el éxito de haber sobrevivido.
Llegaría
uno de los atardeceres de febrero del año nuevo, el sistema no se tornaría el mismo
ese día, los esféricos cuerpos rocosos se detendrían y la galaxia no
giraría; la sensación de las huestes angelicales pincelarían
el firmamento, y su azul celeste se entintaría con un color lúgubre; puesto que
una melancólica llamada recibiría y en ella la enfermedad de Moralito se
comunicaría, producto del brote; un conglomerado de colores grises impediría
que los sueños de Lucero quedaran capturados en aquel momento sublime que habría
planeado con él.
La
penumbra se acercaría temerosa sobre aquellos campos, el sudor de unas manos
por el afán de llegar, marcaría a lo lejos un ritmo acelerado; la sinapsis de
las neuronas afectadas por un reconocido hecho, produciría la incertidumbre.
¿Quién imaginaría que allí se conocería el trágico apocalipsis de Moralito, si
se pronunciaría en su cálida tez un semblante de fuerza y vigor? Aún con el
olor de la muerte, la memoria de esa amplia sonrisa taladraría la cabeza de
Lucero, quien la admiraría y sus últimas palabras rasgarían como una pica su
corazón. Dicha notica rompería las ilusiones de toda la comunidad que lo
distinguiría, su ciudad natal lloraría su partida, los globos blancos las
plegarias al cielo llevarían, el miedo invadiría los cuerpos, la perplejidad
penetraría hasta la médula de los huesos y el viaje del carro fúnebre imprimiría
el que sería el peor de los recuerdos.
Más
tarde, estática, junto al árbol que sería testigo de sus primeras miradas,
ahora, estaría desnudo; lloraría sin parar sobre la seca hojarasca por la
noticia recibida, y sus acongojados ojos hacia el cielo mirarían y se daría
cuenta, que el árbol sin hojas quedaría, y en sus afligidos pensamientos
creería que Helios habría provocado tal apariencia, como castigo de los
atentados originados por los seres humanos hacía Gea.
-Moralito
ha muerto- escucharía.
- ¿Cómo?,
¿Por qué? - su alma exclamaría sosegada
bajo el árbol-. Sí de esa letal amenaza se preservaría y un cuidado minucioso
efectuaría: ¿Por qué a él en su yerto seno, los latidos de su corazón se finiquitarían?
Un dolor indescriptible sentiría Lucero y
reprocharía el hecho que habría sucedido, todo estaría perdido… ¿Quién sería el
siguiente?, retumbaría en su cabeza una y otra vez, junto con los recuerdos de
Moralito, entre ellos su imborrable sonrisa que se habría plasmado como un
mural sobre la pared. Todo se sentiría perdido y las directrices de retorno a
la normalidad, aún con la amenaza latente, incrementarían el miedo, pues nadie
tendría nada asegurado, ni siquiera la vida en estos espacios terrenales, cada
día vivido se convertiría en un regalo de Dios.
Los
meses transcurrirían, Lucero bajo la sombra del árbol se abrigaría y una
pequeña luz en medio de la tiniebla emanaría, puesto que sobre sus hombros una
sensación húmeda percibiría, se trataría de unas perlas de bálsamo a las cuales
Lucero no les prestaría atención, pues la relacionaría con agua; no obstante,
iluminada por los rayos de sabiduría de Helios, conocería el poder del líquido.
Llegaría la anhelada propuesta que Lucero esperaría: la oportunidad de tener la
posibilidad de preservarse de la amenaza; con fe y en honor a su amigo, quien
hubiera sido feliz al recibirla, tomaría en sus manos la dosis de la perla que
milagrosamente adquiriría y luego transmitiría a la comunidad: tan valioso
líquido inmunizaría y detendría el brote, ya que su composición la cura tendría
para el momento que Gea estaría viviendo. Lucero continuaría viviendo con
entusiasmo y al regresar al árbol, con sentimiento de gratitud observaría que
su verde follaje sobre su silueta habría renacido y con él la memoria de su afable
amigo se mantendría viva, unísono al latir de los corazones de cada persona,
cuya fisionomía reverberaría la felicidad de sobrevivir a aquellos instantes de
cataclismo. La galaxia su danza continuaría y desde el infinito orbe adornado
con estrellas su amigo Moralito a Lucero custodiaría.
Autora: Nancy Fabiola Pérez Lucero
Institución Educativa José Antonio Galán, Puerto Boyacá
Ganador del Concurso Departamental de Cuento "La Pera de Oro" 2021
Dedicado a la docente Febe Morales Cruz
Víctima de Covid-19
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