AURA INÉS BARÓN DE ÁVILA
LA CLASE
(Cultura literaria)
Un buen día en que salí al campo, pasé por una escuela que estaba a la
orilla del camino. Lloviznaba y me resguardé bajo el alero, junto a la ventana,
en cuya aula, la maestra dictaba su clase de literatura; oí sus palabras que se
desgranaban con deleite.
Sentí una alegría inmensa al escucharla explicar a sus alumnos, acerca de
inteligencia y capacidad del ser humano, con respecto al habla: para decir,
expresar o manifestar el pensamiento por medio de la palabra.
Ella los animaba diciendo:
“-Niños, nada es imposible, si se es perseverante en la vida todo se logra,
pero hay que leer, para adquirir conocimientos; hay que aprender a sentir
nuestro entorno, nuestra cultura y llevar el paisaje entre las venas, luego
soltar la imaginación para realizar el proceso, no es imposible, hay que intentarlo
una y otra vez hasta conseguirlo”.
A los niños les
brillaban los ojos de contento; esa era su clase preferida. Danielita, una de
las alumnas más interesadas en el tema, comentó: “- a mí me encanta, me parece tan bonito, pero…
dígame maestra:
- ¿Cómo puedo hacerlo? Usted sabe que vivo en la vereda, no
tengo más libros que los que me exige la escuela y solo veo las montañas, las
quebradas, las vacas, los pájaros, los cucarrones y otros animales hermosos que
solo hay por aquí. Entonces, la maestra le respondió: - Sabes leer muy bien,
que de paso te felicito, y, además, ves el cielo, el sol, la luna, las
estrellas, y todo cuanto te rodea y, como si fuera poco, tienes talento, haces
lindas descripciones y eres muy analítica. Aplica tu inteligencia, tu
imaginación, tu empeño y llegarás a hacer grandes cosas.
Danielita se emocionó hasta las lágrimas, no paraba de
gritar: ¿sería posible? ¿Sería posible? La maestra la tomó de la mano y la
tranquilizo; luego ordenó a todo el grupo, salir a descanso, ya que los
necesitaba con la mente descansada, despejada y atenta. Después de media hora,
todos regresaron al aula, un poco mojados, pues no dejaba de lloviznar. La
maestra, alzando su voz, fuerte y firme, dijo:
-
Necesito silencio y atención, porque ahora voy a contarles una
sorprendente, admirable y bella historia de la niñez de un personaje, la cual
sirve para tomarla como ejemplo. Se trata de la vida de un hombre que se hizo
poeta, escritor, político y gran hombre de gobierno, consiguió ser muy
importante a nivel mundial; pero quiero que sepan que antes solo era un niño
como cualquiera de ustedes. Nació el 12 de julio de 1904. Este personaje,
pasados 14 años, tomó el nombre de Pablo Neruda, a quien yo llamaré “Pablito”,
mientras les cuente acerca de su niñez, porque su nombre real era “Neftalí
Ricardo Reyes Basoalto”.
A los niños les sonó muy raro, ese apellido
“Basoalto”, se miraron y se rieron burlonamente, ella hizo caso omiso y dijo
con cariño:
-
Pablito era huérfano de madre; ella murió de una enfermedad llamada
tuberculosis, dos meses después de haber nacido Pablito; ella se llamaba Rosa
Basoalto, de quien se dice que escribía versos. El padre de Pablito, don José
del Carmen Reyes Morales, era conductor de un tren y hacía levantar muy
temprano a Pablito para que lo acompañara, pues tenía que salir muy de
madrugada todos los días; fue así como no quiso quedarse solitario, ni dejar
solo a Pablito. Se casó de nuevo con doña Trinidad Candía Marverde, mujer de
gran calidad humana, quien se convirtió en la madrastra de Pablito e hizo de él
un valioso papel formativo. Pablito siempre la amó mucho y la llamó: “ángel
tutelar de su infancia”. É la trató como a su verdadera madre, con amor y
dulzura, pues era una mujer de principios, de valores y muy respetable donde
vivían. A ella, Pablito le escribió su primer poema.
-Qué bueno-comentó Danielita- y, además, preguntó:
- Y, ¿cómo era Pablito? La maestra contestó: Pablito era
un niño delgado, muy tímido. Era un chico de pueblo, inteligente, inquieto, con
muchas ilusiones como las que tienen ustedes y con un don artístico muy mágico;
él tenía tantos sueños que, cuando pensaba mucho, su cara se llenaba de luz y
parecía el sol de la mañana iluminando las montañas.
Daniela, nuevamente interrumpió, diciendo:
-Perdone maestra, quiero saber si a Pablito Neruda le
gustaba el campo, porque aquí… uno se moja y se embarra mucho, como ahora que
está lloviendo.
La maestra le contestó, sonriendo: - A Pablito le gustaba
embarrarse, amaba mucho el campo y la naturaleza; su amor por ella era tan
grande, tan grande como el cielo. Él amaba con el corazón a Parral, su pueblo, ubicado
en el centro de Chile, donde nació.
Camilo, otro de sus estudiantes, preguntó: -Y… ¿cómo era
Chile? Y… ¿en dónde queda? Sonriendo la maestra, por el interés que se estaba
despertando entre sus alumnos, comentó: -Qué bueno que participes y no dejen
solamente a Danielita; luego, agregó: - Chile es una franja de tierra ubicada
al suroeste del continente suramericano, como lo ven en el mapa, y, además, es
un bello país de fuertes contrastes naturales, tiene una parte desértica y
minera; otra parte marítima, paralela al litoral, húmeda y peligrosa; hay otra
parte que es la masónica o ilustrada, donde hay diferentes clases sociales,
bien diferenciadas; también está la parte verde, de un verde mágico, llamada el
pulmón de Chile, maderero y vinatero, risueño y divertido. Maderero porque
cultivan árboles para sacar madera y vinatero porque cultivan la vid, cuyo
fruto es la uva, y con ella fabrican los vinos. Luego se llega a Chile austral,
al húmedo y peligroso, o sea, a aquel que parece hundirse al sur entre los
hielos polares y perderse en la inmensidad del océano pacífico.
Santiago, otro estudiante, suspiró… diciendo: - ¡Qué bueno sería
conocerlo! La maestra contestó: -Nada es imposible, pero escuchen qué bonito es
esto: Pablito llevaba en su corazón una partecita de todos sus Chiles y su
infancia la vivió en Temuco, una ciudad de su Chile verde, donde él enmudecía
inmerso en aquel paraíso vegetal. Allí, nunca, nunca, dejaba de llover; por
tanto, le gustaba chapotear con sus zapatos encharcados, de los cuales saltaban
estrellas que se escondían en la tierra.
Era un niño y Pablito se divertía dando largas caminatas,
por el bosque de su selva mágica, la que sentía como parte de su alma; allí
soñaba, conversaba con las plantas, y a los helechos, alguna vez les dijo:
- ¿Por qué ustedes son tan gigantes? ¿Por qué tan altos,
mucho más que yo?
Y ellos, con sus largos brazos haciéndole un toc, toc
sobre sus hombros, muy sonrientes… le contestaron:
-Para poder acariciarte, para poder mojar tus cabellos y
llenar tus ojos de luceros. -Pablito sacó un pañuelo para secarse la cara, pues
de verdad, esa caricia “llevaba sesenta lágrimas desde sus verdes ojos fríos”;
como dijera el mismo Pablo Neruda años después y las sesenta lágrimas lo habían
empapado; luego, pensativo, dejó volar una sonrisa transparente; sus ojos se
llenaban de colores igual que las mariposas que cogía en el bosque y las que
revoloteaban en su pensamiento. Era un soñador, su alma se elevaba al sentirse
en medio del aroma fuerte de laurel y de boldo, plantas que lo rodeaban de
costumbre. En sus paseos por el bosque, quedaba boquiabierto ante las arañas de
cabellera roja y guardaba silencio de admiración, al oír el canto de los
pájaros; era muy inquieto, llenaba sus bolsillos de escarabajos y sonreía de
emoción; contemplaba Los Cipreses que mecía los nidos bajo la lluvia y se
ensimismaba con alegría en su corazón.
Juan David, otro de los alumnos de aquella clase quien
había permanecido callado y quien tenía un carácter inteligente y despierto,
alzó la voz y dijo: - Quisiera saber tantas cosas, pero… por ahora. dígame
maestra: -¿Qué es un ciprés? La maestra contestó: -es un árbol, una clase
especial de pino que crece de 15 a 20 m. de altura, con tronco derecho, ramas
cortas y erguidas, copa espesa en forma de cono y hojas perennes, o sea, que
permanecen siempre.
Luego, se hizo una pausa y la maestra dijo a Juan David:
-siéntate y continuamos con la historia de Pablito; recordemos que pasó una
gran parte de su tiempo de niñez internado en su bosque amado y aunque tuvo dos
hermanos, Rodolfo y Laura, él siempre fue un niño solitario. En el Liceo
aprendió a leer a los 6 años; fue creciendo y sufría porque no le permitían ingresar
al laboratorio de física, que lo deslumbraba, ni a la biblioteca, pues siempre
estaba cerrada y él moría por leer las hazañas de Búfalo Bill y los viajes de Salgari
que fue con los que despertó su espíritu ante las regiones del ensueño. Sus
primeras obras literarias fueron las cartas que le enviaba a Blanca Wilson, por
petición del novio de Blanca; luego él se enamoró de Blanca y le escribió mil
cartas más.
Mientras se mantuvo en el Liceo, se refugiaba en el
subterráneo donde escondía su timidez: le agradaba la oscuridad y el silencio,
allí solo contemplaba la luz de las velas y recordaba a Búfalo Bill, pues no le
agradaba que matara a los indios, pero le fascinaba porque era un fantástico
corredor de caballos y él amaba a estos animales, especialmente los percherones,
admiraba su fuerza y vivacidad; esto lo hacía vibrar de alegría y emoción.
Juan David interrumpió diciendo emocionado:
-Qué bueno maestra, yo me parezco a él, porque a mí
también me fascinan los caballos. Por un momento la maestra guardó silencio y
luego dijo sonriendo:
-En resumen, ya todos sabemos que Pablito vivió su niñez
rodeado de un entorno campestre; situación que jamás lo detuvo para realizar
sus sueños; por el contrario, por fin venció su timidez, meditando en medio del
silencio, y lo espectacular de su bosque chileno; aquella tierra mágica que
hizo crecer sus ilusiones. También creció en edad y leía siempre; comenzó a
construir su pensamiento, a cultivar su talento literario, como ya les dije;
primero, con sus cartas amorosas; luego, con la poesía, porque él fue poeta desde
niño. Su primer poema lo dedicó a su ángel tutelar; recordemos, que así llamó a
su madrastra y, aunque se entristeció mucho porque sus primeras composiciones
fueron indiferentes a sus padres, él continuó con mayor coraje, nada de lo
detuvo, no se truncó con errores mentales.
Niños, debemos seguir su ejemplo, construir raíces sólidas,
siempre proyectando lo que deseamos; debemos perseguir nuestro sueño,
desarrollarlo hasta llegar a culminarlo.
Luego, dice la maestra a grandes rasgos: -así fue parte
de la infancia de Pablito, hoy el gran hombre Pablo Neruda, poeta escritor y
hombre de gobierno de fama mundial.
La maestra hizo un alto, en señal de que había terminado y dijo: -en las próximas clases ahondaremos sobre la vida de este importante personaje. Todos los niños quedaron entusiasmados de aquella historia tan bonita y pendientes para continuarla. Igual había quedado yo: “perpleja” de tanta hermosura; entonces… me retiré de la ventana y seguí caminando por el campo, pues ya había dejado de llover.
Escritor: Aura Inés Barón de Ávila.
Mahatma Gandhi
TRANSFORMANDO
Belleza inconfundible
encierra el no alterarse,
guardar aquel enojo
en el sosiego,
o en la alacena del olvido.
Alentar esa señal difusa
de lo bueno,
comprender…
Acoger aquel canto
de los pájaros,
que regenera el alma
y disuelve la sombra.
Enfrentar huracanes y ciclones,
viajar en los colores
por el cosmos
para avivar los sueños.
Abrazar el remolino
de la lucha,
y
arrullar el dolor
con la sonrisa.
Que bueno
poder dejar la herida
en la invasión del ruido,
y albergar la soledad
reposada del sentido.
Aceptarnos dentro del misterio
enamorados de la luz,
en la fuerza universal
de
nuestro espíritu.
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